¿Sabía usted que los créditos hipotecarios en Chile equivalen a 30% del PIB? En tanto que en Perú, Colombia y Brasil los créditos representan tan solo el 6%, 7% y 10% del PIB, respectivamente. Por otra parte, las tasas vigentes en Chile hace un año eran en torno a 2% real, mientras que en dichos países ahora tienen tasas reales en torno a 4%, 7% y 3%, respectivamente. Adicionalmente, el plazo al cual se otorgaban créditos en Chile alcanzaba hasta 30 años; sin embargo, el plazo promedio en Perú, Colombia y Brasil se ubica más bien en 15 años. Finalmente, los créditos hipotecarios en Chile financian en promedio el 80% del valor de la vivienda, mientras que en otros países como Brasil y Colombia dichos créditos financian menos del 60% del valor de la vivienda.
Es decir, el financiamiento hipotecario en Chile era por lejos más importante, más barato y accesible que en otros países de la región, y solo se compara con lo observado en economías desarrolladas.
Esto, sin embargo, se ve lejano.
Los retiros de Fondos de Pensiones y Rentas Vitalicias pusieron de manifiesto uno de los beneficios más importantes de contar con un mercado de capitales profundo y desarrollado. En primer lugar, y casi sin excepción, los técnicos plantearon que estas medidas dañarían al mercado de capitales y, como consecuencia, las actividades que dependen de este se verían afectadas. Claramente, este planteamiento no fue considerado por el mundo político, y los técnicos fueron considerados agoreros del terror y ya no era creíble la amenaza de que algo malo podría suceder (ya no creen en el cuco los políticos).
¿Qué paso? Los retiros se realizaron, y esto implicó la liquidación masiva de instrumentos financieros de largo plazo, limitando fuertemente la capacidad de los actores locales de obtener financiamiento de largo plazo. Hasta acá, esto parece un tema que solo compete a inversionistas e instituciones financieras, sin mayor relevancia para la ciudadanía, ni menos aún con implicancias prácticas que valga la pena considerar.
Sin embargo, tales implicancias se materializaron rápidamente, y su impacto ha sido material y evidente para la población. Hoy, la dificultad para obtener financiamiento de largo plazo se ha traducido en tasas de créditos hipotecarios que han subido por sobre el 5% real y los plazos de dichos créditos se han acortado dramáticamente.
¿Qué significa lo anterior? Implica dividendos más altos (menores plazos y mayores tasas, unidos a elevados registros inflacionarios), lo cual no solo encarece el acceso a la vivienda, sino que simplemente en algunos casos lo hace inviable. Lamentablemente, esto fue planteado en distintos foros, y si bien era esperable, tal como se planteó, fue desestimado durante la tramitación legislativa.
Recuperar el daño observado no parece fácil. En términos agregados, los retiros ascendieron a US$ 48 mil millones, equivalente al 20% del PIB, y con un claro foco en instrumentos de largo plazo. Claramente la cifra es no menor, y según estimaciones internas, equivaldría al ahorro captado por el sistema previsional en siete años. En este sentido, los daños asociados al deterioro del mercado de capitales no solo fueron relevantes, sino que también sus efectos pueden ser muy prolongados y, por ende, la implicancia es directa: es necesario abordar cómo fortalecer e incentivar un mayor desarrollo de nuestro mercado de capitales.
En el clima actualmente vigente parece muy difícil y lejano avanzar en el perfeccionamiento del mercado de capitales, pero su relevancia lo amerita. No hay soluciones de corto plazo, ni menos aún instantáneas; por eso es clave que en la agenda económica se incorpore explícitamente cómo avanzamos en esta materia, ya que para la ciudadanía no es trivial este tema. En esta columna se ha ilustrado acerca de los efectos en el mercado hipotecario, pero similares advertencias recaen sobre la capacidad de financiamiento de las empresas de tamaño medio y pequeño